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El viento de cola empuja la recuperación

Los números oficiales de junio confirmaron que, una vez levantadas las restricciones que rigieron durante mayo, la actividad económica volvió a niveles más normales con una recuperación mensual del 2,5%. De todas maneras, pasado este nuevo pozo en la actividad, la economía persiste en niveles inferiores a los que había logrado alcanzar a principios de año. La aceleración inflacionaria de los primeros meses del 2021 erosionó los ingresos reales de las personas debilitando la demanda agregada aún en un contexto de ausencia de restricciones fuertes a la movilidad.

Pasado el bajón de mayo y con la recuperación de junio, la pregunta es ¿podrá mantenerse en terreno positivo la actividad durante los próximos meses? Desde nuestro punto de vista este es el escenario más probable además de ser el que necesita el gobierno de cara a las elecciones PASO y a las generales de noviembre. Para ello, en los últimos meses el gobierno le ha ido dando forma al “plan electoral”, un programa de cortísimo plazo que tiene como único objetivo forzar el sistema económico a una recuperación, aunque la misma no se sostenga más allá de la contienda electoral. Así, durante el segundo semestre del año se podría verificar un avance de la actividad del 2%, lo que arrojaría una tasa de recuperación total para el año 2021 del 7,5%, luego de haber caído 10% el año pasado.

Dicho programa consiste básicamente en dos pilares: el de la contención de precios y el del sostenimiento de los ingresos de distintos sectores y segmentos de la población. Los instrumentos para lograr la contención de precios y la reducción marginal de la tasa de inflación mensual son el atraso tarifario, el atraso cambiario, los acuerdos de precios de bienes de consumo masivo y la postergación de aumentos de precios semi-regulados (servicios de comunicación y salud, principalmente). Por el lado de la inyección de ingresos, se destacan varias iniciativas que han comenzado a ejecutarse desde mayo y que, hasta las elecciones, significarán una expansión fiscal de unos 250.000 millones de pesos aproximadamente, equivalentes a 0,6% del PBI. Como suele suceder dentro de este conjunto de medidas, hay una parte que no es transitoria y que no podrá desarticularse fácilmente luego de las elecciones, lo que significa un problema de cara a la consolidación fiscal que se necesitará en el 2022 en el marco de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Los casos más notables son el incremento del mínimo no imponible sobre el impuesto a las ganancias de la cuarta categoría y la ley de Zonas Frías que fueron votadas por el Congreso hace pocos meses.

A este empuje por parte de la acción estatal y la presunta inexistencia de nuevas restricciones a la movilidad en los meses próximos, se suma otro factor que está ayudando a sostener la recuperación. Con el incremento de los precios internacionales de los bienes de exportación, desde inicios del año, Argentina se está beneficiando de una nueva etapa de “viento de cola”. Durante los primeros siete meses del año, las ventas de bienes al resto del mundo mostraron un crecimiento del 30% en relación al mismo período del año pasado y del 15% en relación al 2019 (es decir, que no es solo un efecto rebote por la caída de la cuarentena 2020). Sin embargo, esta simple lectura podría hacer pensar que efectivamente la producción de bienes comercializados hacia el resto del mundo se está incrementando en esa magnitud. La realidad es que los volúmenes producidos y exportado han aumentado algo menos del 6% y lo que está haciendo la gran diferencia en el valor de las exportaciones es, como en otros períodos recientes, el fenomenal incremento de precios al que se comercializa la producción exportable del país en los mercados internacionales.

Como puede observarse en el gráfico, si se tomaran como referencia los precios internacionales vigentes en el año 2005 e hiciéramos el ejercicio de dejarlos fijos se puede observar que las exportaciones anuales de Argentina hubieran oscilado en los últimos quince años entre 35.000 y 45.000 millones de dólares. Es decir que los récords alcanzados de hasta 85.000 millones de dólares de exportaciones fueron el resultado de las extraordinarias condiciones en los mercados internacionales. Con subas y bajas este ha sido el escenario de los últimos años. Pero en los últimos meses particularmente se ha experimentado un nuevo boom de precios que llevó a que las “exportaciones extras” como consecuencia de los altos precios durante el 2021 alcancen los 34.000 millones de dólares. Entre los años 2016-2020 el efecto de los precios había implicado un ingreso de dólares extras de unos 20.000 millones en relación a la situación hipotética de precios fijos desde 2005. Es decir que el incremento de los precios le aportó a la economía nacional unos 14.000 millones de dólares.

Este ingreso extraordinario de dólares implica un “efecto ingreso” positivo cuyo impacto sobre el nivel de producción depende de las decisiones de gasto de ese ingreso por parte del sector privado. ¿Cuánto de este ingreso se gasta y, por lo tanto, ingresa ahora en el circuito económico y cuánto se guarda a la espera de mayor claridad en el escenario político-económico? De esto depende el impacto que el ingreso de dólares pueda terminar teniendo en la actividad presente.

En conclusión, lo que vemos es que la actividad económica está siendo sostenida por controles de precios varios, política fiscal expansiva y viento de cola externo. ¿Qué va a pasar entonces cuando no se puedan sostener más los controles de precios, cuando finalicen las inyecciones fiscales y cuando se reviertan, la menos parcialmente, los precios internacionales récord? Nada de eso parece importar hoy, a veinte días de las PASO y a solo tres meses de las elecciones generales.

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