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Un puente entre el emprendedor y el empresario

Si de emprendedurismo hablamos, es cada vez más notorio como en los últimos tiempos, se escucha con más frecuencia la pasión por emprender, o el gran espíritu emprendedor, que tienen los argentinos. Sin embargo,  es relevante destacar que poco se comenta acerca de todas las habilidades adicionales que debería tener un emprendedor para tener un negocio próspero y rentable, y que el mismo sea sustentable en el tiempo.

Sin duda alguna, además de la pasión por lo que hace y sus propias motivaciones, es sumamente importante contar con habilidades de liderazgo y de gestión, con capacidad analítica, empatía y resiliencia, entre tantos otros atributos para poder llevar adelante su emprendimiento de la mejor manera posible.

Al analizar el escenario en Argentina nos encontramos con más de 850.000 empresas, de las cuales poco más del 82% son microempresas, 17% son pymes y menos del 1% restante son grandes compañías. Además, las firmas de hasta 200 empleados conforman casi el 70% del empleo formal privado del país. Estos datos son solo una pequeña muestra de la enorme disparidad en cuanto al tamaño y al ciclo de vida que atraviesa una empresa. Sin embargo, hay un dato contundente. El 80% de los emprendimientos fracasan en los dos primeros años de vida. ¿Cuál es el motivo?

La mayoría identifica el problema fuera de la empresa o emprendimiento y se lo adjudican al contexto económico/político turbulento. Por lo general, este diagnóstico es simplista y no es correcto, ya que alude a factores externos, cuando en realidad las causas de su fracaso tienen que ver con problemas internos del emprendimiento. En la gran mayoría de los casos, es la propia incapacidad de sus dueños de llevar adelante el negocio con las herramientas adecuadas, lo que determina la inviabilidad de un proyecto. Es decir, la falta de profesionalización y capacidad de gerenciamiento o conducción es lo que atenta directamente contra el rendimiento de cada empresa.

Hemos observado en repetidas ocasiones, que llega un momento en la vida del emprendedor en donde de un día para el otro se convierte en empresario y sin siquiera darse cuenta. Nuestro país es en ese sentido, muy rico en cuanto a historias de personas que arrancaron con algún oficio y de repente se encontraron con una importante compañía en funcionamiento.

En estos casos, el emprendedor, sigue actuando de la misma forma impulsiva que lo hacía cuando recién comenzaba y daba sus primeros pasos. El negocio creció, contrató empleados, asumió gastos de estructura, invirtió capital propio o prestado y las decisiones siguen tomándose de la misma forma que al principio. Habitualmente se rigen por dos indicadores: las ventas y la caja. Si hay ventas y en la caja hay plata, todo funciona perfecto. El problema surge cuando alguno de éstos dos indicadores comienza a fallar. Y ahí es cuando aparecen las decisiones precipitadas, y la gestión comienza a entorpecer el funcionamiento del negocio.

El emprendedor devenido en empresario, se pone todos los sombreros y toma todas las decisiones. Nada se hace si no pasa antes por él. Más temprano que tarde, el ahora empresario carece de capacidad para administrar el negocio, y la empresa termina sucumbiendo con él.

Es muy importante detectar a tiempo ésta necesidad de profesionalización para poder incorporar conocimiento dentro de la empresa y dotarla de habilidades de gestión y así transitar el camino de la perdurabilidad con rentabilidad.

El control de gestión es una herramienta fundamental para éste tipo de situaciones, debido al orden que establece en el flujo de la información y la posibilidad que brinda para tomar las mejores decisiones interpretando en forma regular el rendimiento de la empresa desde distintos puntos de vista tales como las ventas, los costos, los gastos estructurales, rentabilidad, inversión, nivel de actividad, entre tantos otros.

En definitiva, permite tomar el mando de la empresa y encausar las decisiones antes de que sea demasiado tarde y emprender sin orden y planificación tenga un costo irreversible para el negocio. Es una herramienta que permite al emprendedor dar el salto, para empezar, así a conducir la empresa a través de los números, o sea, como un empresario.

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