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El sector agroindustrial, y particularmente los cultivos de soja y maíz de la zona núcleo, está atravesando una muy difícil situación como consecuencia de las escazas lluvias que se registran desde fines del año pasado. Muchos especialistas aseguran que la presente es la sequía más grave que atraviesan determinadas zonas del país en los últimos 70 años. La importancia que tiene el sector agroindustrial en la economía argentina implica que fenómenos climáticos como estos causen un shock de oferta con consecuencias macroeconómicamente relevantes, disminuyendo la tasa de crecimiento de la economía esperada para el año en curso.

A inicios de la siembra, las estimaciones de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) daban cuenta de una disminución de las hectáreas destinadas al cultivo de la soja y un incremento en la siembra de maíz. Este cambio en el mix de utilización del suelo, sumado a que había mucha superficie sin posibilidades de ser trabajadas por las inundaciones del 2016, implicaba que para esta campaña se esperaran unas 54 millones de toneladas de soja frente a la cosecha 2017 de 57,3 millones (3,3 millones o 5,8% menos) y unas 41 millones de toneladas de maíz frente a las 38 millones de toneladas previas (3 millones o 7,9% más).

Con el paso de los meses, y el empeoramiento de las condiciones hídricas de los suelos las estimaciones de ambos cultivos comenzaron a ser revisadas. Las últimas estimaciones arrojan una cosecha de soja que rondaría las 46,5 millones de toneladas y una de maíz de aproximadamente 35 millones de toneladas. Es decir que la sequía implicó hasta el momento una producción 14% menor para la soja (7,5 millones de toneladas menos) y 14,5% menor para el maíz (6 millones de toneladas) respecto a las estimaciones originales. Además, respecto a los volúmenes de producción del 2017, estas nuevas estimaciones implican un recorte de casi el 20% para la soja y del 8% para el maíz (como consecuencia del cambio en las hectáreas destinadas a cada cultivo).

Si bien es evidente el impacto sobre el nivel de actividad que estos recortes en la producción proyectada tendrán, lo cierto es que es bastante difícil medirlo en términos estrictos. Los sectores económicos no son compartimentos estancos sino que están sumamente relacionados con todo el entramado económico y financiero de un país. Para sembrar, cosechar y comercializar una tonelada de soja o maíz es necesaria la participación de múltiples agentes, desde prestadores de servicios en el campo, hasta el sistema financiero, proveedores de insumos para la producción, transporte, consumo de combustibles, servicios profesionales, logística, etc. Es decir que la actividad agroindustrial, como el resto de las actividades de la economía, tiene efectos multiplicadores en muchos otros sectores del entramado productivo.

De todos modos, ensayando una respuesta, con la pérdida de las 13,5 millones de toneladas entre maíz y soja respecto a las estimaciones iniciales, se podría estimar un efecto directo (sin considerar efectos multiplicadores) de un crecimiento del PBI menor en 0,6 puntos porcentuales. Así, nuestra estimación original de un crecimiento del 3,2% para el año 2018 se recortaría hasta el 2,6%. El impacto sería incluso mayor al considerar la repercusión de estas pérdidas en el resto de la economía, pudiendo elevarse a un 1% de menos crecimiento.

Matizando el panorama, es para destacar que la evolución reciente de los precios internacionales de los cultivos compensaría parcialmente este efecto negativo. Respecto a los últimos meses del año pasado la soja tuvo un incremento en su cotización de 30 dólares por tonelada, al pasar de unos 350 dólares a los actuales 380 dólares (y con posibilidades de continuar en aumento). Por su parte, el maíz se incrementó de unos 135 dólares promedio a 145 dólares. Con este factor positivo de precios, las pérdidas reales para el sector se verían, en buena parte, compensadas. Sin embargo, muchos de los factores multiplicadores continuarían siendo negativos ya que están relacionados a la producción física de cultivos sin importar su valuación (por ejemplo, la contratación de camiones para transportar menos toneladas que las previstas). A su vez, como la medición del PBI excluye de su cálculo a los precios, esta compensación parcial no se vería reflejada en las cuentas nacionales de manera directa sino solo a través de menores pérdidas económicas para los productores.

Por último, aunque sin ánimos de aportar pesimismo, es importante aclarar que este impacto está pensado en base a las últimas estimaciones de la BCR de hace pocos días. Si las lluvias no reaparecen en la zona de los cultivos, los recortes de las estimaciones continuarán (como fueron revisadas ya en meses anteriores) y el impacto económico será mayor.

Desde el gobierno le restan dramatismo a la situación y advierten que la aceleración del crecimiento de Brasil también ayudará a compensar en términos agregados las pérdidas causadas por el mal clima. Desde esta óptica aún mantienen la proyección de crecimiento en el 3,5% promedio para el año. Por nuestra parte vemos una expansión bastante menor: rondaría el 2,6%.

 

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Una respuesta

  1. El sector agroindustrial Argentino, siempre vivió mirándose el ombligo, poco les importa el crecimiento del país y de sus habitantes, no importa quien gobierne, siempre obtendrán su tajada. Nunca se preocuparon por impulsar y financiar obras que solucionaran los problemas de las inundaciones, de las sequias o para optimizar los servicios de transporte fluvial y ferroviario, para evitar depender del transporte terrestre con los costos en logística que ello implica. Hay muchos otros temas de interés estratégico para la Republica, de los que están ausentes.

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