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¿Otra vez nos salva una buena cosecha?

Desde septiembre del año pasado se ha iniciado un período de aumento de los precios internacionales de los commodities que, entre otras cosas, llevó a las cotizaciones del maíz de unos 150 dólares por tonelada al orden de los 220 dólares y a la de soja de alrededor de 350 dólares a quebrar la barrera de los 500 dólares por tonelada. Ambos niveles de precios no se registraban desde al menos 8 años atrás.

La firmeza de la demanda china, sumado a las proyecciones de reducción de stocks globales (principalmente en Estado Unidos), de menor producción en esta campaña por efecto de la sequía y la debilidad del dólar se conjugaban para llevar a los precios de las materias primas a niveles récord. En este contexto, se esperaba que el incremento de las cotizaciones internacionales compensara las importantes pérdidas de toneladas producidas en nuestro país como consecuencia de una incipiente sequía.

Sin embargo, desde hace al menos veinte días en Argentina (principalmente en la zona núcleo) se han venido registrando copiosas lluvias que llevaron a los analistas especializados del sector a revisar sus proyecciones de cosecha. Como parte del incremento de los precios en Chicago eran función de los menores rindes proyectados, era esperable una corrección bajista de precios atento a los mayores volúmenes disponibles luego de la lluvia. Sin embargo, y ya pasadas algunas semanas, esto no ocurrió y los precios internacionales se mantienen firmes y estables tanto para la soja como para el maíz. De esta manera, el valor de la cosecha gruesa argentina se vería incrementado por doble vía: mayores precios internacionales y volúmenes que, si bien terminarían algo por debajo a los de la campaña pasada, se verían incrementado en casi 5 millones de toneladas más que las que se esperaban a mediados de enero.

En términos concretos, mientras que hace un mes las proyecciones de la Bolsa de Comercio de Rosario hablaban de una cosecha de 46 millones de toneladas de maíz y 47 millones de toneladas de soja, luego del buen registro de lluvias, la campaña 2020/21 terminaría con 48,5 millones y 49 millones de toneladas respectivamente. Estos nuevos volúmenes implicarían una reducción interanual de entre el 6% y el 3% para cada cultivo, pérdidas muy inferiores a las proyectadas hace apenas treinta días. Las lluvia de los primeros días de febrero dieron vuelta las proyecciones y salvaron los rindes de la soja y el maíz principalmente en la zona núcleo de producción.

De esta manera, el valor de la cosecha gruesa que el año pasado totalizó aproximadamente unos 24.700 millones de dólares, sumaría este año más de 33.000 millones de dólares. Es decir que en relación al 2020, el valor de la cosecha de maíz y soja sumados aportaría a la economía 2021 al menos unos 8.500 millones de dólares extras. El 80% de este incremento se explica directamente por la fuerte suba de precios en los mercados internacionales, mientras que el 20% restante responde a la recuperación de los volúmenes producidos como consecuencia de las recientes lluvias, en relación a las proyecciones más pesimistas de enero. Resulta importante señalar que estos cálculos están hechos considerando algún nivel de ajuste bajista de los precios internacionales en los próximos meses. Si este no fuera el caso y la cotización de la soja permaneciera por encima de los 500 dólares y la de maíz en torno a los 220 dólares, entonces el aporte extraordinario de la cosecha se acercaría más a los 10.000 millones de dólares.

Los efectos de este shock positivo en la economía son múltiples. En contraposición a lo ocurrido hace poco tiempo, podríamos decir que este efecto es inverso al de la sequía del 2018: mientras que en aquel momento el valor en dólares de la cosecha mermó entre 8.000 y 10.000 millones de dólares, en este año esa misma cantidad se sumaría.

El primer efecto es un efecto-ingreso positivo para los productores y todo el entramado de actores relevantes en la producción agroindustrial. Las mayores cantidades producidas de granos que deberán ser cosechadas, transportadas, comercializadas, industrializadas y exportadas implican un impacto positivos en todos los eslabones. Al mismo tiempo, el incremento del valor de la misma producción por el efecto de los precios internacionales implica que habrá un mayor ingreso total para distribuir entre los actores de la cadena.

A su vez, este mayor ingreso implicaría en teoría un mayor gasto con su conocido efecto multiplicador en el resto de la economía nacional. Sin embargo, es importante destacar que este efecto de segundo orden no es automático y depende en gran medida de las expectativas. Si el futuro se vislumbra incierto o peligroso, el mayor ingreso podría no desencadenar un aumento del gasto privado y el efecto multiplicador se vería acotado. Las señales hacia el sector por parte del gobierno no son las mejores como para incentivar un proceso de gasto de todo el ingreso extra, pero, sin embargo, naturalmente algo de ello ocurrirá. Ligado a lo anterior, también se daría un impacto positivo en la recaudación de impuesto y, ceteris paribus, en la posición fiscal de las finanzas nacionales.

En segundo lugar, pero no por ello menos importante, el incremento del valor de la cosecha se verá reflejado en un aumento de las exportaciones del país hacia el resto del mundo. En este plano, entra en juego la predisposición de los productores a liquidar la producción. Aunque ello no ocurriera en su totalidad, lo cierto es que tampoco los productores tienen la posibilidad de retener la producción en grandes volúmenes y por mucho tiempo. Este fenómeno es más parte de la imaginación del gobierno que de la realidad. Suponiendo que los ingresos de dólares al mercado cambiario se incrementen en relación a los del año pasado en unos 6.000 o 7.000 millones de dólares, el aumento del flujo de divisas sería de aproximadamente un 15% interanual, lo que implica una magnitud considerable. Esto podría ayudar al gobierno a sostener la pax cambiaria que se observa desde hace algunas semanas en los mercados paralelos.

Pero al mismo tiempo, también implica una ayuda muy importante para lo que parece ser la nueva estrategia del Ministerio de Economía en cuanto al ritmo de devaluación oficial. Con un mayor caudal de dólares, el BCRA tendría más espalda para permitir un atraso cambiario que ayude al gobierno a morigerar la inflación que en los últimos meses ha mostrado valores muy preocupantes. Esta variable es clave para el gobierno de cara a las elecciones a las que quiere llegar con una recuperación del salario real perceptible por el público.

Históricamente se ha dicho que, en más de una oportunidad, una buena cosecha salvó al país. Los problemas actuales de la Argentina son demasiado profundos como para pensar eso. Sin embargo, aunque no se salve el país, hay pocas dudas de que el cambio en las condiciones internacionales desde fines del año pasado y las recientes lluvias se han combinado para ayudar al gobierno en un año electoral. Si no se salva el país, ¿al menos que se salven las elecciones?

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