Invecq Consulting

La evolución de las cotizaciones de los commodities del agro en los mercado internacionales sigue su ritmo imparable y configura uno de los shocks externo positivo para la Argentina más relevante y vertiginoso del que haya registro, fundamentalmente por la velocidad: en nueve meses el precio del maíz aumentó 117%, el de la soja se duplicó y el del trigo se elevó 56%.

Si bien es cierto que los precios internacionales hacia mediados del año pasado estaban relativamente deprimidos a causa del detenimiento de la economía global, aun tomando los precios vigentes en los últimos años (excluyendo el efecto pandemia), el crecimiento es exponencial. Esta fenomenal suba de los precios de los bienes exportables por excelencia del país está generando un incremento en el saldo comercial que era impensado meses atrás. Aún cuando por condiciones climáticas que no fueron las ideales, los rindes físicos del maíz y de la soja están provocando una caída de los volúmenes cosechados de entre el 11% y el 15%, el efecto de los precios más que compensa la reducción de los volúmenes. Haciendo un cálculo conservador (ya que no tomamos las cotizaciones máximas que están viéndose hoy en Chicago), y dependiendo de qué proporción de la cosecha ya esté con precio fijado y qué proporción no, la valuación de la cosecha gruesa 2020/21 implica un incremento superior a los 10.000 millones de dólares comparada con la cosecha del año pasado. A este valor habrá que agregarle el incremento del valor de la cosecha fina que, con los precios de mercado actuales, es muy probable que se estén haciendo importantes operaciones a futuro fijando el precio actual.

Estos cálculos no son proyecciones a futuro, sino que se puede corroborar que los altos precios ya están generando un ingreso extraordinario de divisas por el canal comercial. En los primeros cuatro meses del año, la liquidación de agrodólares fue la más alta de la historia, se duplicó en relación al mismo período del año pasado y se incrementó un 47% (equivalente a 3.110 millones de dólares) en comparación con el promedio de la última década.

Las implicancias de este fenómeno son múltiples y todas positivas: ayuda a la recuperación económica porque apalanca el gasto privado del sector y todo su entramado de actores, ayuda a consolidar las cuentas públicas vía retenciones, permite demandar menos asistencia monetaria del Central y es el pilar de la estabilidad cambiaria que el gobierno ha logrado desde principios de este año.

El “viento de cola” que fue el sostén del modelo kirchnerista desde el año 2007, cuando la política económica interna ya mostraba serias fallas de sostenibilidad, vuelve a soplar con fuerza en estas latitudes y bajo el mismo signo político de aquel entonces. La soja en particular, pero los agronegocios en general le están dando una vida más a la castigada economía argentina que hacia fines del año pasado se encaminaba irremediablemente a una nueva crisis cambiaria. Esta en manos del gobierno decidir si aprovecha esta bonanza para llevar a cabo las correcciones imprescindibles de los desequilibrios macroeconómicos pudiendo minimizar los impactos en la sociedad o si, por el contrario, toma impulso la facción más extrema de la coalición y se alinean todas las medidas hacia el único objetivo de ganar las elecciones aun a expensas de incrementar la vulnerabilidad de la economía el día después. Los últimos episodios en materia de política económica no permiten ser optimistas al respecto. Pareciera que otra vez los dólares de la soja serán rifados en una aventura populista y la inminente crisis que hoy podría ser sorteada, solo habrá sido pospuesta.

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