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¿Qué está pasando con el empleo?

En el mes de abril la actividad económica tocó su punto mínimo, en el peor momento de dureza de las restricciones sociales impuestas por el gobierno. A partir del mes de mayo, primero a una velocidad rápida y luego más lentamente, los niveles de producción agregados mostraron constantes recuperaciones. ¿Está ocurriendo lo mismo con el empleo?

En primer lugar, recordemos el impacto que experimentó el mercado laboral durante el segundo trimestre del año. Según las mediciones del INDEC, que son las únicas que logran reflejar la realidad de la totalidad del mercado de trabajo, durante el segundo trimestre del año hubo una destrucción de casi cuatro millones de empleos en comparación con el mismo período del año 2019. Esta magnitud configura el peor registro histórico e implica que más del 20% de los trabajadores que se encontraban empleados el año pasado estuvieron sin empleo entre los meses de abril y junio del 2020. En términos internacionales, Argentina se ubicó entre los peores países del mundo y en la región solo fue superado por Perú en destrucción de empleo.

Como puede observarse en el siguiente esquema, el shock en el mercado laboral no fue homogéneo. De los casi 4 millones de trabajadores que perdieron su empleo, 2,53 millones eran empleados asalariados y 1,45 millones eran trabajadores independientes no asalariados (autónomos, monotributistas, trabajadores familiares, etc.). A su vez, dentro del universo de asalariados, se encuentra una gran disparidad entre los registrados y los no registrados. Mientras que los asalariados registrados solo disminuyeron en unos 400.000, los asalariados informales cayeron en más de 2 millones.

Es evidente, a la luz de estos números, que los trabajadores que sufrieron el mayor impacto son los informales y es justamente por ello que las estadísticas del Ministerio de Trabajo (que miden solo el empleo “en blanco”) no mostraron una caída tan drástica. De esta manera, solo será posible saber en qué magnitud el empleo se ha recuperado en los últimos meses cuando estén disponibles las estadísticas del INDEC.

Sin embargo, los números del Ministerio de Trabajo (una foto parcial) nos sirven transitoriamente para “tantear” cómo viene respondiendo el mercado laboral a la reactivación de la actividad económica agregada. Como puede verse en el siguiente gráfico, la caída del empleo registrado privado se verifica a partir del mes de marzo, cuando iniciaron las restricciones a la movilidad.

El empleo no asalariado tocó un mínimo en el mes de mayo y a partir de allí comenzó a recuperarse a un ritmo bastante fuerte. Sin embargo, el empleo asalariado privado continuó cayendo hasta el mes de agosto y en septiembre mostró indicios de iniciar una muy tenue estabilización y recuperación.

Desde inicios del año hasta el mes de mayo, se habían perdido unos 180.000 empleos asalariados privados, y alcanzaron los 201.000 empleos en el mes de septiembre. Por su parte, los trabajadores no asalariados del sector privado cayeron en 150.000 hasta mayo y hoy se ubican solamente 20.000 por debajo de diciembre 2019. En conjunto, todo el empleo privado registrado tocó un mínimo, destruyendo más de 330.000 empleos en mayo en relación a diciembre pasado y hoy se encuentra en un nivel de 220.000 trabajadores menos.

La pregunta central que determinará la verdadera evolución del mercado laboral en los últimos meses es si el empleo informal (que no vemos en las estadísticas del ministerio) se comportó más parecido al empleo asalariado registrado o al empleo no asalariado registrado. Dada la mayor flexibilidad de este último, es esperable que el empleo no registrado haya mostrado un comportamiento similar.

De todas maneras, difícilmente se haya podido recuperar todo el empleo destruido en el segundo trimestre, lo que seguramente quedará expuesto con un crecimiento de la tasa de desempleo en el próximo informe del INDEC al pasar a registrar a muchas personas “inactivas” como “desempleadas”.

Más allá de esto, y volviendo a analizar la dinámica de las dos series del mercado laboral registrado, lo que puede concluirse es que la fuerte recesión producto de la pandemia y la cuarentena generó un importante cambio en la composición de empleo: la recuperación del empleo agregado desde el mes de junio se está dando con una menor cantidad de empleos asalariados y una mayor participación del empleo no asalariado o independiente. Recuperar los niveles previos del empleo asalariado requerirá de una recuperación económica que sea percibida como sostenible por parte del sector privado, lo cual hoy parece lejano.

Al mismo tiempo, este cambio de composición del empleo no es inocuo. Muchos estudios encuentran que los niveles de productividad de la mano de obra son muy diferentes entre el empleo asalariado registrado, que se caracteriza por ser un empleo más estable y permanente, y el empleo no asalariado. De esta manera, el shock vivido en la economía argentina estaría implicando efectos permanentes en la reducción de la productividad laboral agregada con sus repercusiones negativas para el crecimiento de mediano y largo plazo. Una vez más, se verifica que el costo económico generado por esta crisis no es comparable con los de otras recesiones vividas en el pasado. Este fenómeno era claramente predecible y justamente por ello debía intentarse minimizar el costo económico, algo que, a la luz de los datos, no ocurrió en Argentina.

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