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Pobreza: el verdadero desafío recién comienza

En las últimas semanas el INDEC dio a conocer el número de personas que viven debajo de la línea de pobreza, correspondientes al segundo semestre del año 2017. El dato representó el menor porcentaje, por poco, en muchos años y una reducción importante en la comparación interanual. Mientras que, en el segundo semestre del año 2016, la tasa de pobreza llegaba al 30,3%, un año más tardes el ratio se había reducido hasta el 25,7%.

Así en un año, aproximadamente unas dos millones de personas cruzaron la línea de la pobreza, marcada por el valor económico necesario para adquirir una canasta básica (CBT).

Si bien estos números muestran una tendencia positiva en la evolución de la pobreza, es importante dimensionar el verdadero desafío que enfrenta el país con respecto a los datos de pobreza, que recién comienza. Esto no implica negar lo logrado hasta el momento. El gobierno tuvo la capacidad para hacer una transición (que aún no está completa) con importantes cambios en la política económica, evitando una crisis macroeconómica de relevancia y, consecuentemente, un nuevo incremento fuerte de la pobreza como ha ocurrido en episodios anteriores de la historia económica local.

Es importante recordar que, en los dos últimos episodios de cambios de régimen económico con importantes desequilibrios macroeconómicos, la economía terminó envuelta en profundas crisis que resultaron en saltos abruptos de la pobreza que luego llevaron un tiempo mayor para ser revertidos. La situación de algunas variables claves de la macroeconomía era en el año 2015 (y algunas aún lo siguen siendo) muy similares a las existentes previamente a la crisis de la hiperinflación del 89 y de la crisis de la convertibilidad de 2002.

En ambos episodios, la tasa de pobreza tuvo saltos del 140% y 70% respectivamente. Es decir que el primer gran logro del gobierno con respecto a la tasa de pobreza fue haber evitado un nuevo salto abrupto. La cantidad de personas con ingresos menores a los considerado por la LP aumentó en los primeros meses del gobierno de Macri, pero de manera poco significativa en relación a estas dos experiencias previas: solo un 10%.

Una vez reconocido este logro, lo cierto es que desde la tasa de pobreza actual será mucho más difícil continuar mostrando reducciones significativas. Es decir, no es esperable que de ahora en más la tasa de pobreza caída persistentemente a un ritmo de 4 puntos porcentuales por año. En cierta medida, se podría decir que Argentina tiene en este momento una tasa de pobreza consistente con una tasa estructural, que no ha podido ser perforada en los últimos 30 años.

Los datos del mercado laboral muestran que la tasa de desempleo se encuentra en valores históricamente bajos, y se podría suponer que bajo estas condiciones del mercado laboral no es probable observar tasas menores al 6%.

Con respecto a la distribución del ingreso, por parte de la política social también queda poco espacio para seguir aumentando las transferencias que ya alcanzan proporciones del gasto históricamente altas.

En el largo plazo, solo es posible continuar reduciendo la pobreza a una velocidad más lenta mediante un crecimiento económico estable durante muchos años acompañado por incrementos de la productividad. El aumento de la productividad generaría ingresos mayores en términos reales sostenibles en el tiempo. A su vez, el crecimiento económico compensaría la demanda de mano de obra que los aumentos de productividad ahorraría.

Esto que es sencillo en palabras, es quizás el mayor desafío que enfrenta el país. El crecimiento con aumentos de productividad generarán sin dudas mucho movimiento intrasectorial de los factores de producción y, en especial, de la fuerza laboral. Experiencias internacionales han mostrado que, incluso con importantes programas de reentrenamiento y educación, resulta difícil generar las capacidades adecuadas para que la mano de obra pueda moverse hacia los sectores líderes en productividad que puedan pagar esos salarios más altos que sacarían a los ocupados de la pobreza.

En este sentido es que lo logrado hasta el momento es importante pero no crucial. El desafío de reducir la pobreza, y llevarla  avalores que Argentina no registra desde hace décadas, recién está comenzando y no hay mecanismos automáticos que garanticen el éxito.

 

 

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