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Anclas para la desinflación

Finalizó la etapa bajo el gobierno de Cambiemos en materia inflacionaria. El dato del mes de noviembre ha sido el último publicado por el INDEC bajo la órbita de la reciente desvinculada administración, y tal como habíamos anticipado en informes previos, cerró esta etapa con la mayor inflación en los últimos cuatro años, aunque debajo del pico máximo de la administración, concertado en el mes de mayo del corriente, con un pico de más del 57% anual.

El índice de precios al consumidor de noviembre marcó un alza de 4,3%, superando en 1 p.p. al del anterior mes. De esta manera, la inflación acumulada en el año fue de 48,3% y la medición interanual alcanzó un 52,1%. El principal impulso de precios del mes estuvo dado por el segmento de comunicación a partir de los aumentos de las líneas telefónicas móviles, tras el fin del congelamiento acordado con el gobierno saliente, con un aumento del 7,4%. A este le siguió el rubro de salud, cuya alza fue de 6,3% mensual. Debajo de estos se encontraron bebidas alcohólicas y alimentos y bebidas sin alcohol con un aumento de 5,6% y 5,3%, siendo este último el de mayor ponderación en el indicador.

El fenómeno inflacionario es uno de los desafíos pendientes y crecientes que deja como herencia la administración de Cambiemos y el número de diciembre formará parte del indicador de la gestión económica del actual gobierno.

Como puede observarse en el gráfico, desde el año 2003 la tendencia de la inflación ha sido creciente, con amecetamientos por momentos en donde se contuvieron los aumentos de los cuadros tarifarios y se restringió la suba libre del tipo de cambio, hecho que estamos vislumbrando desde agosto de este año nuevamente. Bajar la inflación desde un nivel elevado no presenta los mismos desafíos que hacerlo desde un punto bajo, dado que los compromisos futuros son diferentes, la inercia es mayor y las expectativas se encuentran menos ancladas.

De cara a lo que vendrá, podríamos analizar la dinámica inflacionaria del próximo gobierno en tres ejes. El primero serán las tarifas, en donde la recomposición en los últimos años del atraso del cuadro tarifario  ha sido notable, aunque tras el último salto cambiario aún queda un ajuste cercano al 25%, que influirá en el ajuste total de precios. Sobre este tópico, Lanziani, actual secretario de energía, dejó trascender que no habría nuevos aumentos, con lo que es esperable que esta brecha continúe ampliándose, apaciguando el impacto de corto plazo sobre los precios.

Por otro lado, se debe tener en cuenta la dinámica del tipo de cambio. El mismo se mantiene estable desde que se instaló el control de cambios más férreo que solo habilita la compra de US$ 200 mensuales por persona. A la espera de modificaciones en el esquema, el tipo de cambio real se ha depreciado 16,8% y, de esta manera, los niveles de TCRM se posicionan en el mismo nivel luego de la devaluación a cargo de Axel Kicillof en 2014. En aquel entonces, y a costa de sacrificar Reservas Internacionales, el gobierno sostuvo un valor de tipo de cambio nominal que corrió muy por debajo de la inflación, llevándolo al nivel más bajo desde el fin de la convertibilidad en enero de 2002.

Bajo este, hay que destacar que, si bien el nivel del tipo de cambio es similar al de aquel entonces, el actual punto de partida es diferente al contar con un resultado de cuenta corriente positivo, aunque probablemente no por mucho tiempo.

El último punto bajo análisis son los salarios, cuya pérdida en el último año ha sido cercana al 10% en términos reales, en base al RIPTE, mientras que el SIPA marca una contracción en torno al 7% en promedio. Una de las premisas fundamentales que tiene la actual administración es volver a recuperar el poder adquisitivo de los salarios con el objetivo de que la demanda agregada crezca a través del consumo. Sin embargo, esto cuenta con ciertas restricciones tanto en el sector privado como en el sector público dado que el margen fiscal es acotado y el Ministro de Economía se mostró cauto a la hora de monetizar el déficit para el restante del año 2019 y el de 2020, dado que sería desestabilizante para la macroeconomía.

Con nuevo capital político, el margen de maniobra es mayor y la posibilidad de consensuar variables nominales que coordinen a un horizonte consistente será de vital importancia para anclar las expectativas. Volver a contener la inflación a través de tarifas pisadas y tipo de cambio atrasado, podría derivar en una crisis aún mayor, sin posibilidad de tener acceso al mercado. La integralidad de la macroeconomía significa también sincerar las tarifas y el valor del tipo de cambio en el largo plazo, estrategia que choca con lo establecido por el gobierno Kirchnerista entre 2011 – 2015, que hoy resulta inaplicable.

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